LG es una marca que ha sabido ganarse al público en los usuarios de la gama alta. El LG G2 fue, probablemente, uno de los teléfonos más exitosos de la compañía hasta la fecha. Era un smartphone que arriesgó en su momento: pantalla de 5,2 pulgadas, diseño conseguido y muy compacto, 3.000mAh de batería con una gestión asombrosa y un dispositivo que apostaba por la botonera trasera. El LG G2 enamoró y LG intentó replicar este éxito con el LG G3.
Con el G3 la pantalla aumentaba hasta las 5,5 pulgadas, seguía manteniendo unas proporciones compactas respecto a la diagonal de la pantalla, pero el diseño supuso un paso atrás respecto al G2, que era más contenido y elegante. También arriesgó en su momento, siendo uno de los primeros terminales que ofrecían una resolución QuadHD en la pantalla de un smartphone. Fue un terminal que también diograndes alegrías a la marca, a pesar de que la calidad del panel suponía el principal handicap del G3.
Un año después, en 2015, el LG G4 mantenía la filosofía de sus predecesores en lo que a botonera se refiere, pero sin apenas innovación: el diseño dejó de ser compacto y el mayor punto positivo del LG G4 fue su cámara y apostar por el procesador Snapdragon 808 con un rendimiento realmente positivo —huyendo de las malas lenguas del Snapdragon 810—.
2016 y llega el LG G5. Recupera la filosofía de crear escuela: lo modular llegaba a la telefonía móvil inteligente, siendo el primer smartphone que lo hacía, como en su día lo hizo el G3 con la pantalla con resolución QuadHD. Sin embargo, ha sido una característica que no ha conseguido convencer, especialmente por lo poco que ofrecen los “friends” modulares en comparación con el precio de cada uno de ellos. Si durante el 2015 el HTC One M9 fue la oveja negra de la telefonía móvil, este año le ha tocado a LG con su LG G5. ¿Pero realmente se ha ganado el LG G5 esta etiqueta? ¿Qué ofrece y qué no este G5 respecto a la competencia?
Hemos tenido la oportunidad de probarlo y nos lo hemos tomado con calma: más de tres semanas. Estas han sido nuestras sensaciones con el LG G5: un teléfono —que ya os avanzamos— nos ha sorprendido y mucho. Y sí, para bien.
Si tuviéramos que definir el diseño del LG G5 en una sola palabra sería “cómodo”. No es el más bonito del mercado, pero si es muy cómodo y compacto para un panel de 5,3 pulgadas. El diseño es cuestión de gustos, pero sí que es cierto que el diseño del LG G5 es extraño: desde la parte frontal, dónde destaca el marco negro integrado en el diseño dorado del dispositivo y la curva en la parte superior del mismo (donde el auricular de llamadas), hasta la parte trasera, que destaca por la protuberancia que aloja las dos cámaras. Son pequeños detalles que, al final, rompen con la estética general del dispositivo que, de estar más cuidadas, estaríamos frente a un smartphone realmente bonito.
La construcción del dispositivo es de aluminio y unibody, aunque dispone de un módulo en la parte inferior que permite su extracción para cambiar de módulo e, incluso, extraer su batería. El acabado del dispositivo ha sido algo muy comentado, poniendo, incluso, en duda que el terminal fuese de aluminio. Y lo cierto es que el acabado no es todo lo bueno que nos gustaría, ya que cuenta con una capa de pintura para evitar las franjas de las antenas. Perdiendo, de esta manera, estar en contacto directo con un diseño 100% de aluminio. Aunque, repetimos, que las sensaciones son igualmente positivas. Algo que llama la atención es que este LG G5 pierde parte de la esencia de la familia G: la botonera trasera, ya que los botones de volumen pasar al borde izquierdo del terminal.
El terminal cuenta algunos inconvenientes en su diseño, que son evidentes cuando tienes el smartphone en la mano. Los remates que unen las diferentes partes del terminal (pantalla con el chasis, el módulo inferior con el chasis, el botón de apertura del módulo e, incluso, la bandeja de la SIM) no están lo suficientemente conseguidos e integrados en sí, llegando una sensación cortante o rasposa al pasar el dedo. Tanto es así que incluso al poner el dedo en el sensor de huella notamos esta sensación entre el sensor y el chasis del dispositivo.
LG huye de las 5,5 pulgadas en su modelo top para apostar por las 5,3 pulgadas en este LG G5. Un panel IPS que cuenta, además, con una resolución QuadHD y tecnología Quantum Display. En la práctica, podemos decir, sin temor a equivocarnos, que es una pantalla a la altura. Tanto es así que ver cualquier contenido multimedia en esta pantalla es una auténtica delicia y goza de una nitidez muy muy buena. Los colores son los típicos de una IPS: muy naturales, incluso algo más saturados de lo normal —sin que el término saturado implique algo negativo en este caso—.
Contamos con doble toque para encender y apagar la pantalla, algo que ya nos tiene acostumbrados la marca, a pesar de que con la llegada del sensor de huellas es algo que no utilizaremos tanto como antaño.
Los peros principales de este terminal son dos: por un lado, el brillo máximo es no es lo suficientemente máximo, de manera que en exteriores con mucho sol, tendremos problemas para visualizar la pantalla. Por otro lado, el panel presenta, al menos en nuestra unidad, fugas de luz, de manera que en entornos muy oscuros y con un fondo negro, las veremos notablemente.
Por otro lado, este terminal cuenta con “Always ON”, la funcionalidad que nos permite mantener la pantalla encendida mostrándonos la hora sobre un fondo negro. Algo curioso que contemos con esta función en una pantalla de tecnología IPS. Es un gasto extra en la batería que no tengo del todo claro que merezca la pena tenerlo activado. ¿Gasta mucha batería? Pues no, pero algo gasta. Y en una batería de 2.800mAh no podemos permitirnos gastos extras —aunque la gestión de la batería es realmente buena—.
Un procesador Qualcomm Snapdragon 820 —el más top de este 2016—, la GPU Areno 530 y 4 GB de memoria RAM debería de ofrecer un rendimiento a la altura. Y, efectivamente, es eso lo que conseguimos con el LG G5.
Usar este dispositivo como principal te hace el día a día más sencillo —especialmente si venimos de un terminal de gama media—. Hacer tareas entre varias aplicaciones se convierte en una tarea rápida y eficiente, algo de lo que no todos los dispositivos del mercado pueden presumir —ni incluso algunos de gama alta—. Es un terminal muy fluido, una multitarea impecable —los 4GB de memoria RAM y su buena gestión ayudan a ello, aguantando muchas apps en segundo plano— y el único inconveniente es la interfaz. Es fea y poco útil, aunque funciona de manera realmente ágil y eficiente.
Es un móvil a la altura. Aunque, sinceramente, no esperábamos otra cosa. Las aplicaciones abren instantáneamente y no hay problemas en ejecutar cualquier juego potente de la Play Store. El LG G5 es un smartphone de batalla y no hay nada que se le resista.
La batería es otro de los grandes alicientes de este terminal. Cuenta con tan solo 2.800mAh pero LG ha sabido exprimirlos al máximo. No será complicado hacer 5 horas de pantalla con el LG G5 —una cifra nada despreciable teniendo en cuenta la resolución de pantalla y la autonomía del terminal—. Sin embargo, nos hemos encontrado con que aveces se vuelve loco el terminal, llegando a la situación de que por la noche nos ha descendido más de un 12% estando en reposo. Han sido situaciones aisladas, pero que se han repetido durante el tiempo en el que hemos tenido el LG G5. No obstante, esa falta de capacidad en la batería se compensa con la rapidez en la carga gracias al USB Type-C. Consiguiendo más de un 40% de batería en apenas 30 minutos.
Algo que no nos ha convencido del todo ha sido el sensor de huellas. Cuando funciona, es impecable, pero hay ocasiones en el que le cuesta responder. Especialmente en momento en los que se ha estado un periodo de tiempo largo durante el día sin utilizarlo. No es todo lo preciso que hemos encontrado en otros dispositivos como el Huawei P9.
El 2016 se ha presentado con una apuesta clara en el apartado fotográfico. Es algo a lo que han apostado todos los fabricantes, y encontrar una cámara normal en la gama alta de este año es misión imposible. Y cosa que nos alegramos.
Aquí, además, LG ha hecho bien su trabajo y ha apostado, junto con Huawei en la inclusión de una doble cámara. Aunque ambos fabricantes lo han enfocado de maneras completamente diferentes. El LG G5 ha confiado en la cámara gran angular, siendo la única marca del mercado que ofrece esta funcionalidad. Y su funcionamiento, y sensaciones, son tremendamente buenas.
La cámara principal cuenta con un sensor de 16 megapixeles con una apertura focal de 1.8; mientras que las fotos en gran angular baja a una resolución de 8 megapixeles con una apertura de 2.0. ¿El resultado? Unas imágenes buenísimas en condiciones de buena luminosidad: colores algo saturados (que dan viveza a las imágenes) y una buena nitidez. Sin embargo, tienden a sobreexponer en aquellos momentos donde la iluminación natural es excesiva.
En condiciones de baja luz la cosa cambia, y aunque el LG G5 se defiende bastante bien, no hace buenas migas con la luz artificial, y en presencia de ésta, la definición de las imágenes no es muy buena. Cuando la luz artificial no es tan acusada, los resultados mejoran algo, perdiendo claramente en nitidez.
La cámara en gran angular es realmente efectiva en situaciones concretas, especialmente cuando queremos fotografiar un amplio campo de visión o determinados paisajes. Eso sí, la nitidez es el mayor problema de las fotos con gran angular, de manera que al hacer zoom la pérdida de detalle es notable. Por lo demás, se comporta de manera más que aceptable, y la cámara en este modo te anima a usarla y te incita, indirectamente, a ser creativo. Es un punto envidiable en este LG G5.
La tecnología modular es el aliciente que ha utilizado LG para sus reclamos publicitarios. Un factor que si en un principio puede llamar la atención; en la práctica no se queda más que en un añadido extra de nuestro LG G5.
Si tenemos en cuenta la variedad de módulos a la venta que se ofrecen con este LG G5, podremos observar que no ofrecen una utilidad que llame especialmente la atención del usuario final. Módulos de cámara que aportan poco valor, un módulo de sonido, cámaras en 360 grados o las gafas VR. Módulos que, además, ninguno baja de los 200 euros. Eso, unido a los 650 euros que cuesta el LG G5, es algo que no invita precisamente a su uso.
¿Con esto qué queremos decir? Que el LG G5 ha conseguido convertirse en el primer smartphone modular del mercado, lo que permitirá que otras compañías apuesten, o no, por esta tecnología. Pero su usabilidad real no va más allá de una novedad y que, en la mayoría de ocasiones, no aporta valor añadido para el usuario.
El LG G5 es un terminal a la altura. Es un dispositivo con ‘peros’. Pero en realidad todos los smartphones lo tienen. Como smartphone en el día a día, el LG G5 saca nota y en rendimiento no tiene que envidiar a ninguno de la competencia actual. El LG G5 consigue llamar la atención del usuario, al menos en un principio, y esto es gracias a la doble cámara, su diseño y el morbo inicial de jugar con las expansiones modulares.
Un gran problema que no podemos obviar de este dispositivo es su precio inicial: 650 euros. Mucho dinero si analizamos el precio de la competencia. Y ya no por el precio de la competencia, sino por lo que ofrece la competencia en precios similares. Aunque es cierto que los precios descienden rápidamente, y este LG G5 por 100 euros menos ya es una opción muy a tener en cuenta.
LG ha querido innovar con este LG G5 como ya lo hizo con generaciones anteriores, y aunque su principal atractivo (los módulos), no lo son tanto, el terminal en sí no tiene nada que temer a otros gamas alta de este 2016.