Como bien sabéis, hoy en día utilizamos cada vez más la tecnología. Ya no solo nuestro smartphone del que tanto dependemos, sino nuestra tablet, nuestro PC y tantos otros dispositivos esenciales para nuestra vida.
Pero la pregunta no va enfocada a la idea de un mundo con menos uso tecnológico. Esta cuestión está más que tratada y aún así sigue siendo un tema muy polémico, ya que el uso de la tecnología actual es diario y continuo. No, la pregunta esta vez la plantearemos de otra forma: ¿de verdad sacamos partido a tanta tecnología? Esta es la cuestión.
Si todos nos paráramos a pensar un poco sobre el uso que damos a nuestro smartphone, tal vez algunos descubrirían que no le sacan ningún partido. Esto es por el mero hecho de que el uso del dispositivo en cuestión se limita a acciones muy simples: mensajería instantánea, redes sociales, cámara de fotos y, de vez en cuando, alguna que otra consulta absurda por internet. Entonces, en estos casos, ¿para qué móviles tan potentes?
Evidentemente esto es una generalización, pues hay una grandísima cantidad de personas que de verdad necesitan, por ejemplo, 3 GB de memoria RAM, 64 GB de almacenamiento interno, una cámara de una gran calidad, un procesador de 8 núcleos con potencia suficiente, una pantalla nítida con buena interpretación de los colores y con gran concentración de píxeles por pulgada, etc. Estas personas, por lo general, utilizan el dispositivo como una herramienta de trabajo además del uso diario común que todos hacemos, y no como un juguete o un aparato para chatear con MP3. Además, cabe destacar que muchas personas sí adquieren la tecnología atendiendo a sus propias necesidades.
Pero me parece que esto no es algo nuevo, pues tiene una explicación sencilla: el afán materialista actual de tener más, de tener el último modelo, de tener lo mejor porque es mejor, de alardear de la marca. Y creo que no miento cuando planteo esto, pues se produce más de lo que creemos. Solo tenemos que mirar a nuestro alrededor.
Esto unido al desconocimiento, muchas veces lleva a caer en timos de ciertas compañías o propios nuestros, pues pagando menos por un terminal más antiguo o menos potente, se haría el mismo uso que con uno de última generación con la más avanzada tecnología. Es decir, es como comprar un Ferrari sabiendo que no vas a pasar de 50 km/h con él. ¿Entonces para que comprar un Ferrari? La respuesta es idéntica: porque es un Ferrari, porque es lo último, lo potente, lo que llama la atención, lo exclusivo. Pero no lo que necesitamos.
Y para finalizar, quisiera acabar con una conclusión, sobre todo para combatir la respuesta directa que se suele da a estos asuntos («pues quien tenga dinero, que haga lo que quiera si lo puede pagar»). Deberíamos plantearnos todo esto de vez en cuando, pues los recursos para producir más y más son limitados, y no tardaremos en acabar con ellos. No es ni ético ni moral. Aprendamos a solicitar lo que de verdad necesitamos para hacer un buen uso de un producto adecuado a nosotros y a nuestras necesidades. Es bastante lógico, pues no se trata de reducir el uso del dispositivo, sino de adecuar este al uso que hacemos nosotros de él.
Esta es mi opinión pero, ¿qué opináis vosotros?