Muchas veces, se ha cuestionado la gran cantidad de información sobre cada uno de nosotros que puede obtener Google a través de nuestro smartphone, gracias a que en la mayoría de estos, el sistema operativo que encontramos es Android, propiedad de Google. Todo el ecosistema Android obtiene información personal de los usuarios, gustos musicales, nuestros intereses, etc, y todo ello para poder sugerirnos otros productos basados en nuestros intereses (y algo más que no quieren decirnos a los usuarios de a pie). A veces, estos datos sirven para mejorar nuestra experiencia de usuario, todo hay que decirlo.
El problema del Galaxy Note 7 fue causado por el diseño de la batería
Otra forma de obtención de datos por parte de Google es el módulo GPS, que se encuentra en todos nuestros dispositivos, y recoge la información sobre que sitios visitamos, cuáles frecuentamos y donde estamos en cada momento, lo cual puede parecer que es una clara invasión de nuestra intimidad. Personalmente, siempre veía el lado malo a que Google conociera nuestra ubicación en todo momento, hasta ayer mismo, donde pude comprobar personalmente la utilidad que esto puede tener.
Google, un viaje inesperado
Os pongo en situación: ayer domingo, 4 amigos estábamos de camino a la ciudad de Valencia todos en un coche. En un viaje de una hora y cuarto aproximadamente, el conductor tuvo que hacer una pausa para visitar los baños de una gasolinera, una parada rápida que no nos retrasaría más de 2 minutos (o eso creíamos en ese momento). El viaje siguió sin ningún percance, utilizábamos uno de nuestros móviles a modo de navegador GPS, por lo que rápidamente la batería de ese terminal se agotó antes de iniciar la «gran aventura» que vivimos posteriormente.
Una vez en Valencia y casi una hora después de abandonar el coche, el conductor nos preguntó si teníamos su smartphone, concretamente un Huawei P9 Lite. Nuestra respuesta fue rotunda: no, no lo tenemos. La conclusión fue que estaría en el coche, así que en cuanto pudimos fuimos a buscar el móvil allí, aunque para nuestra sorpresa, allí tampoco lo encontramos. Era momento de hablar seriamente sobre qué podía haber pasado con el terminal. No se lo había dejado en casa, pues nos enseñó algunas fotografías que realizó el día anterior, así que, tras varios minutos pensando y algunas hipótesis descabelladas, él mismo cayó en la cuenta de lo que había pasado: cuando entró en los baños de la gasolinera y se lavó las manos, se dejó el teléfono móvil encima del dispensador de papel higiénico. Y allí se quedó.
La primera reacción nuestra fue llamarle. En este caso, fui yo quien lo hizo. En ese momento me di cuenta que mi flamante Xiaomi Mi5S tenía un escaso 14% de batería (no fue el mejor día para ver hasta donde llegaba la batería, ya que llevaba más de 24 horas sin pasar por el enchufe y no tenía forma de cargarlo). Cada vez que llamábamos al número de teléfono obteníamos continuamente la misma respuesta, ninguna. Nadie respondía, pero tampoco colgaban, por lo que dedujimos que nadie se había encontrado el terminal, lo cual veíamos bastante probable ya que la gasolinera era muy reducida y de dudosa confianza.
El historial de ubicaciones es más útil de lo que parece
Como no era una gasolinera muy significativa, no sabíamos cómo encontrarla. Por suerte, me defiendo muy bien con los dispositivos Android (gracias a eso estoy escribiendo estas líneas en ProAndroid), así que rápidamente acudí a la aplicación de Google Maps y busqué en el menú lateral la herramienta de consultar «Tu cronología», la cual, recurre al historial de ubicaciones y nos muestra en el mapa el recorrido que hemos realizado ese mismo día. Cerca de Valencia pudimos ver un pequeño desvío que habíamos tomado y haciendo un poco de zoom vimos que allí se situaba una gasolinera. La teníamos, así que acudimos rápidamente al rescate del Huawei P9 Lite.
Aproximadamente 20 minutos más tarde llegábamos a la gasolinera. Por desgracia, el teléfono no se encontraba en los baños y tampoco lo tenía el trabajador de la misma. Volvimos a buscar en el coche por si acaso. Nada. Así que volvimos a llamar y la respuesta era la misma: nada. Un comentario fortuito volvió a despertar mis conocimientos sobre Android: ¿no hay ninguna forma de localizarlo? Rápidamente yo contesté que cómo no lo había pensado antes, con el administrador de dispositivos y la cuenta de Google de nuestro amigo podíamos saber su ubicación casi exacta. Nuestra sorpresa fue ver que el terminal estaba en movimiento por la autovía, así que lo tenía alguien que por lo visto no quería descolgar o el terminal estaba en silencio.
Una de las funciones que nos proporciona el administrador de dispositivos es que el terminal suene a todo volumen, aunque esté en silencio, así que desarrollamos una estrategia, hacer sonar el terminal y a los pocos segundos llamar por teléfono a su número. Por suerte y al tercer intento, recibimos una respuesta: una mujer de mediana edad nos comentó que iban camino de vuelta a casa, a Barcelona y que al ver que el terminal tenía como idioma del sistema el catalán, sería más fácil devolvérselo a su dueño una vez en casa que allí en medio de la nada. Tras una breve conversación nos indicaron que lo habían dejado en una gasolinera, en un área de servicio, a nombre de mi amigo.
Cuando quisimos ir en su búsqueda el administrador de dispositivos ya no nos mostraba ninguna ubicación, por lo que dedujimos que, o bien lo habían apagado o bien no tenía cobertura. Por suerte, teníamos dos datos para situar la gasolinera: el primero era el nombre de la misma, que, si bien había muchas posibles candidatas, según las indicaciones de la mujer podíamos ubicarla gracias al segundo dato, el nombre del área de servicio. Gracias a Google Maps pudimos hacerlo rápidamente y acudimos en su búsqueda en cuanto acabamos las tareas que habíamos ido a hacer a Valencia. Los 30 minutos de viaje hacia la gasolinera fueron los más tensos que recuerdo haber tenido últimamente, todos estábamos callados y no nos atrevíamos a quitarle hierro al asunto por si el terminal no estaba donde nos habían dicho.
Por suerte esta historia tiene un final feliz y es que milagrosamente una de las trabajadoras le dio a mi amigo su Huawei P9 Lite, el cual, había viajado unos 40 kilómetros en otro coche que no era el nuestro y que nadie hubiera apostado por recuperar. Todo esto fue gracias a las funciones que nos ofrece Google a partir de la información sobre nuestra ubicación que recopila, que consiguió que en vez de resignarnos saliéramos en su búsqueda.
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